¿Por qué practicamos Taekwon-Do?

Cada vez que se menciona a las artes marciales, surgen en el imaginario popular palabras como disciplina, rigor, dolor, espíritu, entrenamiento, oriental, filosofía, defensa personal, entre tantas. Algunas de ellas son más certeras que otras.

No todas surgen con la misma intensidad, pero en cada uno de nosotros funcionan como un impulso que nos moviliza a la práctica. O que nos aleja.

Sin embargo, al igual que cualquier otra actividad, no es para cualquiera.


El Gran Maestro Pedro Florindo describe 4 grandes razones por las cuales las personas se acercan, inicialmente, a practicar algún tipo de arte marcial.

  • Para mejorar la condición física
  • Para aprender a defenderse
  • Para competir
  • Por el autoconocimiento

 

 

Ninguna es excluyente de las otras. Ni tampoco exclusiva a través del tiempo.

Es posible comenzar por una razón y continuar por otra.

Sin embargo, si en los 3 primeros casos, a lo largo de la práctica no se produce alguna modificación, lo más probable es que el alumno abandone.

Esta premisa es muy fácil de comprobar observando una clase promedio donde, en general, se verá una gran cantidad de cinturones blancos, y cómo va disminuyendo esa cantidad a medida que avanzan las graduaciones, hasta observar una pequeña cantidad de cinturones negros.

Si analizamos cada una de las variantes veremos que esto muy comprensible.

Si entendemos que las artes marciales han sido creadas como herramientas de defensa en casos extremos, es lógico comprender que los conceptos de disciplina, respeto y rigor sean fundamentales.

Esos mismos conceptos son los que a lo largo del tiempo generan el filtro natural de los practicantes.

Quien se acerca para mejorar su condición física, aceptará ciertas normas, pero luego de un tiempo relativamente corto no comprenderá las razones de las demás partes de la práctica, por lo tanto serán de los primeros en abandonar.

Quienes crean que rápidamente aprenderán a defenderse, tardarán  sólo un poco más de tiempo en comprobar que hace falta mucho más que aprender una palanca para desarmar a un atacante.

Quienes buscan la competencia, seguramente recorrerán un camino más largo por el arte. Pero como en casi todas las actividades competitivas, el camino tiende a terminarse cuando la confrontación es la pasión excluyente.

Y sobre todo porque un arte marcial es mucho más que el combate.

Finalmente,  y en un número absolutamente reducido, están quienes se acercan al arte por el conocimiento. El propio y el de los otros.

Desde este lugar, todo lo que hacemos es más un fortalecimiento actitudinal que una sumatoria de destrezas.

A esto nos referimos cuando hablamos de autoconocimiento.

 

¿Cualquier edad es buena para empezar?

Habitualmente escuchamos a gente adulta decir que ya está grande para empezar a practicar.

No es la edad la limitante, sino la actitud.

Cada persona, tendrá su propio recorrido.

Empezar de joven es una curva extraña ya que comenzará con muchas limitaciones a pesar de la posible destreza física.

Con el correr de los años, lo físico pasará a un segundo plano, ya que la capacidad de resolución de las diferentes situaciones, no estarán basadas en sus cualidades físicas.

Esto es posible por el descubrimiento de una técnica aplicada a un cuerpo o físico determinado.  Ya que no todas las técnicas pueden ser desarrolladas con la misma efectividad por todos los practicantes.

Básicamente, porque no somos todos iguales.

En cualquier plano profesional de la vida, encontraremos que este modelo se repite. Muchos estudian medicina, pero cada uno con el tiempo descubre su habilidad en una parte de la medicina.

Con las artes marciales sucede algo muy parecido.

Si bien, la mayoría de las técnicas de Taekwon-Do son posibles para cualquier persona promedio (es decir un hombre o mujer sin mayor destreza que la que la naturaleza le haya brindado) cada uno descubrirá sus virtudes.

Todo esto como parte de un proceso de autoconocimiento, proceso en el cual con más o menos dolor, debemos asumir de qué somos capaces y de qué no.

Sin embargo, no poder desarrollar una técnica en todo su potencial, no significa que debamos descartarla de nuestra práctica.

Ella siempre nos recordará nuestra debilidad, y nos fortalecerá en el espíritu, no sólo enseñándonos que no es posible dominar todos los ámbitos, sino también llevándonos a un nivel de aceptación que sólo es posible de asimilar con la sabiduría que nos entrega la experiencia.

Tal vez por ello, los ancianos sean considerados los más sabios, aun cuando no puedan desarrollar cada movimiento con la destreza de un adolescente.

 

La exposición que provoca, por ejemplo,  la experiencia de un examen, nos permite descubrir que no es posible practicar todas las combinaciones probables.

En cada oportunidad se nos requerirá una exigencia diferente y mayor.  Y no debe sorprendernos que nos pidan una combinación que nunca hayamos hecho.

Así comenzamos a comprender, en cada examen, que solamente podemos asimilar las bases que nos permitirán descubrir de qué somos capaces, de qué no y de lo que podríamos llegar a lograr.

Por eso decimos que el autoconocimiento nos permite comprender nuestras limitaciones.

Y si aprendemos a reconocernos, será más probable reconocer al adversario. Con sus propias habilidades y debilidades.

 

Gustavo Livon

Leave a Reply