LOS ARTISTAS MARCIALES NO SOMOS ANIMALES NI GUERREROS
Existe una confusión, a mi entender, demasiado y mal generalizada de que un artista marcial es un guerrero.
Y como tal debe competir con el mismo espíritu … de alguien que va a luchar preparado para morir.
O a defender las fronteras de su país.
Entiendo que esta confusión o mezcla de conceptos es el resultado de, en el Taekwondo por ejemplo, el ESPÍRITU INDOMABLE.
Como concepto a enseñar a los niños, las artes marciales en general inculcan los principios de disciplina y perseverancia.
Esto, sumado al respeto, fortalecen el espíritu de jóvenes y adultos, dándoles mayor confianza en sí mismos al descubrir lo que pueden hacer y lo que no pueden, y así entonces enfrentar con mayor solvencia algunas vicisitudes de la vida.
Las nomenclaturas ligadas a animales poco tienen que ver con las verdaderas raíces de la mayoría de las artes marciales.
Salvo del Kung Fu.
En el imaginario general, la figura de los animales aparecen gracias, precisamente, al Kung Fu/Wushu, cuyos movimientos están inspirados en la naturaleza y en los animales.
Sin embargo, la imagen de guerrero o la ferocidad de un animal, y a través de ellos de la fuerza, puede ser interpretada por los niños como una actitud de violencia.
El niño es educado a través de una cultura formativa: las cosas se hacen de una manera, y esa manera es indicada por la autoridad.
Y en muchos casos la autoridad se traduce en “violencia” verbal y en los casos más extremos, física.
La asimilación y proceso del conocimiento no es un proceso racional e intelectual para el el niño, ya que en muy pocos casos se le enseña a interpretar y pensar para llegar a una conclusión.
En este sentido los buenos instructores de artes marciales trabajar sobre la concientización del individuo, aprendiendo a reconocerse.
Y en ese autoconocimiento, aprenden a descifrar al otro a través de sus actitudes, sus posturas o sus movimientos.
Poder reconocer todos esos elementos en el otro, le permiten al niño/practicante tener la suficiente confianza en sí mismo al reconocer y saber con qué se está enfrentando.
Inclusive tomando conciencia de aquellos casos en los que el oponente es más fuerte o más grande.
Si no entendemos lo que enfrentamos no podemos elegir la herramienta con la cual defendernos.
El guerrero tiene un objetivo terminal. El artista marcial no.
Un artista marcial puede ser un guerrero si la necesidad lo requiere.
Un guerrero no puede transformarse en un artista marcial.
El combate es sólo una parte de la práctica.
Aprender a pelear para no pelear es un pilar de las artes marciales más antiguas.
Y sin duda una de las paradojas más difíciles de asimilar para nuestra cultura.
En este punto, la inducción a un nuevo practicante o a un padre que viene en busca de disciplina o de un “arma” para que su hijo se defienda, es un trabajo clave por parte del instructor.
La preparación física y mental, fortalecer y templar el espíritu, prepararnos para lo inesperado de la vida, son partes sustanciales de la práctica.
Por eso somos artistas.
Y practicamos un Arte. No un deporte.
Pelear, es una cosa. Saber cómo defenderse, es otra completamente distinta.
Poder distinguir la diferencia nos define como artistas.
Gustavo Livon