EL APRENDIZAJE Y LA ENSEÑANZA DEBEN SER ATRAVESADAS POR EL EJE DE LA HUMILDAD
Cada paso que damos en la práctica y aprendizaje de un arte marcial se siente como un escalón cada vez más alto. Y también en la enseñanza.
Efectivamente esto es cierto, pero sólo en cierto modo, ya que una buena parte de ese escalón está construido por nuestra necesidad de aprender más rápido.
Con fines prácticos llamaremos a esta necesidad ANSIEDAD.
No importa el ámbito en el cual deseemos progresar, la ansiedad será parte nuestra, impulsándonos con energía y paradójicamente, deteniéndonos por nuestro descontrol y falta de perspectiva.
Y si bien algunos de estos conceptos pueden sonar negativos, es todo lo contrario.
Cada una de las vivencias que llevamos al ámbito de práctica o de estudio son necesarias para construir la personalidad de nuestros alumnos o bien la nuestra propia.
Mal podríamos evolucionar y comprender qué es lo que les pasa a nuestros alumnos si nosotros no hubiéramos pasado por ese mismo camino.
La definición sobre que “no puede existir uno sin el otro” resume en buena medida este concepto central sobre el aprendizaje.
Debemos pasar por la ansiedad para comprender el valor de la paciencia.
Lo mismo sucede con la frustración ante la imposibilidad de completar una técnica correctamente.
Sin duda que la evolución lleva tiempo y esfuerzo.
Pero muchas veces la complejidad en la asimilación del conocimiento surge de nuestras propias limitaciones, y no del conocimiento en sí.
En términos de práctica, ante cualquier técnica que requiera potencia, nos concentramos en la dificultad de la técnica en vez de mantener el equilibro a través del eje desde todas las posiciones posibles.
En el Taekwon-Do uno de los ejemplos más claros surge ante la exigencia de los giros.
Esto es producto de tener puesto el objetivo únicamente en un logro posterior, ya sea golpear fuerte al adversario, romper una madera o bien, para alguien que recién comienza, obtener el cinturón negro.
En vez de intentar alcanzar estos objetivos, nuestra propuesta es pensar que cada paso que damos, es un ladrillo más en la torre del conocimiento.
Así es que cada graduación tiene su nivel de complejidad.
Pero no sólo para que cada nueva técnica o combinación pueda ser asimilada más fácilmente. Sino también para contribuir al desarrollo de la paciencia.
Enseñándonos a aceptar que, saber esperar, no es un misticismo oriental.
Saber esperar nos da paciencia, tanto para aprender mejor, como para saber en qué momento desarrollar una técnica.
Así como en los elementos del foco hablamos del blanco, la elección de la técnica… y el tiempo, deberíamos pensar al tiempo como PACIENCIA.
En las formas la paciencia nos lleva a darle a cada técnica la posición, la aceleración, la potencia y la relajación que le corresponde, como así también nos permite mostrar el control de las mismas cuando se las desarrolla en cuatro tiempos.
Si logramos esto en una forma, estamos cumpliendo uno de los objetivos para las cuales fueron creadas: lograr la máxima expresión del arte que practicamos.
Existen muchas artes marciales que no tienen formas, sin embargo, ellas también desarrollan esta paciencia a través de la repetición de sus técnicas.
La paciencia sobre la enseñanza.
La enseñanza dentro de la práctica de un arte, demanda una gran cantidad de paciencia y una enorme capacidad de observación.
Debemos percibir el tiempo de manera diferente según el alumno que observemos.
Cada uno de ellos, evaluado individualmente, nos dice en su accionar no sólo su tiempo de práctica o sus virtudes físicas en el caso que las tuviera.
También nos habla de su manera de practicar, de sus ansiedades, de sus necesidades y probablemente también de su propia problemática.
Para comprender mejor cómo enseñar y cuál es el efecto que provocamos a través de la enseñanza es que insistimos en tener claras las diferencias entre Instruir, Enseñar y Educar.
Cuando hablamos de instruir nos referimos a una serie de pautas que deben ser seguidas de una manera determinada. Obteniendo así la disciplina indispensable para la formación integral de la persona a través de la práctica.
Enseñar se refiere al desarrollo de la capacidad de comprensión. Este elemento resulta indispensable para procesar los PORQUÉ de cada paso que damos preparándonos para el estadio siguiente.
Educar abarca a todo el individuo, y busca en el alumno sus mejores cualidades, ayudándolo así a transformarlo a su vez en un futuro educador.
Para ello debe no sólo saber cómo se desarrolla una técnica, sino también comprender lo que está haciendo/enseñando. Ya sea por su origen, por su desarrollo o por su objetivo.
INSTRUIR = OBEDECER-DISCIPLINA
ENSEÑAR = COMPRENDER
EDUCAR = ES EL USO DE LA COMPRENSIÓN
Las tres forman un todo, sobre el cual debemos trabajar.
Aquí precisamente es donde debemos contemplar a la educación como acción transformadora adaptada al contexto donde ésta se practique.
Cada situación en la que se encuentra la relación instructor / alumno, demanda un sistema o tipo específico de educación. La educación y el proceso que ésta encierra ciertamente pueden liberar, suprimir, moldear o fortalecer la personalidad de nuestros alumnos.
La instrucción se restringe estrictamente a la lógica formativa pragmática, y en general está fuertemente ligada a los patrones de subordinación y obediencia.
La enseñanza en cambio, trasciende el asunto meramente operativo y abarca el aspecto humano desde la perspectiva axiológica o teoría de los valores. Resulta que es el objetivo de la educación lo que hace particularmente revolucionaria su práctica.
La educación nos ayuda en saber cómo aplicar dicha comprensión, contribuyendo en la formación de otros, ya sean alumnos o compañeros.
La paradoja de nuestro tiempo nos pone frente a la inevitable emergencia de obtener conocimientos sin la elaboración que da la asimilación a través del tiempo, y su consecuente experiencia.
La ignorancia, es la más grande aliada de la desesperación, la angustia y la ansiedad, y por transitividad, del fracaso.
La educación permite satisfacer aspiraciones y quizás lograr/alcanzar la “felicidad”.
Más allá del asunto filosófico del significado de la felicidad, sus dimensiones y diversas interpretaciones, la educación, es un arma poderosa y necesaria para la consolidación de cualquier individuo.
Gustavo Livon
Septiembre 2017